En Diyarbakir, la de las murallas basálticas, en la Anatolia oriental, hay vestigios de iglesias, cenobios destruidos durante la Primera Guerra Mundial. Templos aún erguidos han sido convertidos en almacenes o depósitos agrícolas. Recuerdo algunas iglesias sirias, de bella arquitectura de Dyarbakir, vacías y abandonadas, con ancianos sacerdotes muy pobres.
La decadencia de los cristianos, que eran la mayoría de la población antes de la llegada de los conquistadores de Mahoma, es inexorable y silenciosa. Ciudades cosmopolitas por el abigarramiento cultural y religioso como Estanbul o Alejandría, se han uniformado bajo el peso demográfico musulmán. En el Jerusalén intramuros, el barrio armenio está casi vacío, y el cristiano, con los patriarcados griego ortodoxo, latino y melquita, languidecen con sólo unas miles de almas, cabe al inmediato bullicio del barrio habitado por los creyentes del Islam, o el próspero barrio judío.