Perdón: sobre arena y piedra - Un relato de Iom Kipur
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Dos amigos caminaban por el desierto, y súbitamente se desató una acalorada discusión entre ellos. En el ardor de la discusión, uno de ello propinó una bofetada al otro. El amigo que recibió el cachetazo se sintió dolido hasta lo más profundo de su alma, mas no reaccionó. Tan sólo se agachó, sin decir palabra, y escribió en la arena: “mi mejor amigo me dio hoy una bofetada”.
Ambos prosiguieron su marcha y llegaron hasta un oasis, en el cual había verdes árboles y una bella laguna. Se metieron alegremente en el agua, pero el amigo que había recibido el golpe se adentró demasiado en lo hondo y comenzó a ahogarse. Al verlo su compañero, se apresuró hacia donde aquél se encontraba y lo salvó.
Después de que el rescatado se recuperara un poco, éste se levantó, encontró una piedra grande y grabó sobre ella: “mi mejor amigo ha salvado hoy mi vida”.

Llevaba un abrigo a cuadros, negro y blanco, cuando pisó por primera vez el campo de concentración de Drancy, conocido como la antesala de Auschwitz. Tocaron la puerta del departamento en París donde vivía con sus abuelos y gritaron su nombre: Irene Spanier. "Tome su ropa y síganos", le ordenó el oficial de la Gestapo, antes de empujarla al camión que la depositaría junto a otros judíos en el campo transitorio, ubicado en las afueras de París. Fue un 16 de julio de 1942, durante una de las redadas masivas que incluían a niños y mujeres en la Francia ocupada bajo el régimen nazi. Tenía 21 años y nunca había ido a un baile. Todavía perduraba el recuerdo de su último verano en las playas inglesas, donde vacacionaba antes de la guerra. Ahora, sentada en el living de su casa en Vicente López, Irene vuelve atrás en el tiempo. Era el año 1940 y vivía a unos pasos de los Jardines de Luxemburgo, rodeada de elegantes muebles Segundo Imperio, alfombras persas y libros que acumulaba para rendir sus exámenes del baccalauréat, la prueba final para acceder a la universidad.
Iom Kippur es el día más sagrado para la vida judía. Es sagrado porque la vida judía misma se vive con absoluta libertad. Y es libre, porque es un día de decisión. De hecho, se pone en juego el libre albedrío de modo radical: seguir o no seguir apostando a la vida judía. Apostar a la vida judía no es cosificarse en una única definición de lo judío.
Al emprender el Nuevo Año, la esperanza de paz parece tangible. Mientras colocamos el foco en la cumbre en Washington, rezamos para que nos conduzca a la firma de un histórico tratado de paz entre Israel y los palestinos, que traiga tranquilidad, prosperidad y seguridad a los pueblos de la región. Con un futuro común y mejor en mente, el pueblo judío en la Diáspora e Israel debe trabajar, en conjunto, por el beneficio de las generaciones por venir y un futuro más brillante.
Los últimos años han sido pródigos en desafíos a nuestro vínculo, como judíos argentinos, con Israel. El impacto en la opinión pública de conflictos como el de Gaza, la guerra en Líbano con Hizbollah y, más atrás, la 2da Intifada, el deterioro de la imagen de Israel en los medios y en la calle, han generado reacciones diversas en el ámbito judío: desde la justificación irrestricta de todo lo actuado por Israel, pasando por el silencio o las críticas moderadas hasta la toma de distancia radical buscando desvincularse del paria, y la crítica feroz propia del converso que quiere hacer buena letra.