Kim Jong-un hace los deberes

Posteado el Mié, 07/03/2018 - 09:15
Autor
Damián Szvalb
Fuente
ZOOM INTERNACIONAL

Si existe el manual de cómo transformarse en miembro del club nuclear y no morir en el intento, podríamos decir que Kim Jong-un, presidente de Corea del Norte, lo está leyendo con mucha atención. Su reciente acercamiento con el gobierno de Corea del Sur lo deja cada vez más cerca de su objetivo: la supervivencia de la dinastía Kim en el poder. Al mismo tiempo, minimiza las posibilidades que se dé el escenario que la mayoría de los analistas temían hasta hace muy poco: el de una inminente guerra, de impredecibles consecuencias, con Estados Unidos.

Desde que asumió Donald Trump, la escalada verbal y de provocaciones entre ambos líderes no dejó de crecer. Y algo más grave aún, las pruebas nucleares del régimen se fueron perfeccionando al punto que hoy nadie duda de que Corea del Norte ya posee las condiciones técnicas para incorporarse al exclusivo club nuclear. Además, las características de ambos líderes le ponen un condimento especial que terminan de convencer a muchos de que la guerra podría llegar más temprano que tarde.

Muchos pensaron que Kim y Trump habían cruzado una línea roja de la que les iba a ser muy difícil volver. La incontinencia verbal  parecía el preludio de algo mucho peor. Mientras Trump prometia “destruir totalmente a Corea del Norte” si amenazaba a Estados Unidos, y llamaba a Kim Jong-un, “el hombre cohete”,  Kim respondía que desplegaría “el nivel más alto de medidas defensivas de línea dura en la historia” en contra de Estados Unidos, y describía a Trump como un “anciano estadounidense mentalmente trastornado”. Mientras tanto, las pruebas nucleares del norcoreano y los movimientos militares cerca de la península coreana ejecutados por Estados Unidos se acrecentaban.

Aunque riesgosa, teniendo en cuenta a quien tenía enfrente, la estrategia del líder norcoreano de escalar el conflicto y seguir desafiando a Trump fue exitosa. Sus amenazas de golpear a Estados Unidos y sus aliados sin importar las consecuencias buscaban disuadir al presidente estadounidense de considerar la opción militar. Su objetivo entonces no era otro que el de mantener el stau quo. Jong-un buscó cada día subirle el precio a cualquier intento de terminar con su régimen. Un verdadero juego de suma cero en el que estaba dispuesto a perder o ganar todo, sin medias tintas y sin importar las consecuencias. Es lo que haría cualquier líder que sabe que no tiene vida fuera del poder.

También Corea del Sur jugó fuerte y desafió a Estados Unidos. El nuevo gobierno, que se mostró conciliador de entrada con su vecino, no se entregó a la voluntad de Trump: le parecía demasiado riesgo dejar en sus manos su supervivencia. Esto explica la movida de su presidente, Moon Jae-in, que encontró en los Juegos Olímpicos invernales que se realizan en su país la excusa ideal para mostrarse conciliador con el régimen de Corea del Norte.

Pero para llegar a esta distensión con su vecino, Jong-un necesitó sentirse fuerte, pisar en firme. Por eso le dio musculatura a su programa nuclear. Y se ocupó de mostrarla: ya nadie duda que Corea del Norte está más fuerte y, según los expertos, estaría en condiciones de cumplir su amenaza de golpear intereses de Estados Unidos en esa región y quizá un poco más lejos también. El régimen norcoreano habría conseguido miniaturizar ojivas nucleares para equiparlas en sus misiles.

La comunidad internacional siguió  de cerca, aunque casi impotente, la guerra verbal entre Trump y Kim Jong-un. Sus iniciativas para frenar las pruebas nucleares de Corea del Norte no sirvieron de nada. El paquete de sanciones a Corea del Norte aprobados en el marco del Consejo de Seguridad de la ONU fue absolutamente ineficaz. Ya estaba claro que nada de eso disuadiría a Jong-un de seguir avanzando en su desarrollo nuclear.

Si este escenario de distensión se consolida y, por qué no, se profundiza, muchos respirarán aliviados, sobre todo Corea del Sur y Japón. Ellos son los primeros que sufrirían las consecuencias si la situación se desmadra y empiezan a llover los misiles. Por eso vienen haciendo un delicado equilibrio entre las personalidades inestables de su vecino, Kim Jong-un, y de su socio, Trump.

Nada indica que el presidente de los Estados Unidos abandone lo que más le gusta hacer: manejar la política internacional por Twitter. Pero seguramente se cuidará un poco más y bajará la intensidad de sus mensajes hacia Jong-un. Hay un notable cambio de clima generado por la diplomacia olímpica, que aleja las posibilidades de un ataque militar. El secretario de Estado, Rex Tillerson, ya habla de mantener abierto los canales de comunicación con Corea del Norte y está esperando alguna señal para conversar.

A China, actor clave en todo esto, también le sirve el statu quo. Que ninguno prevalezca en esa región es el mejor escenario para el gobierno de Xi Jinping, de creciente presencia en todo el mundo. Un Estados Unidos gobernado por Trump y fortalecido luego de doblegar a Corea del Norte podría disputarle desde una mejor posición la influencia que China construye de manera lenta pero sin pausa en esa región. Además, China siempre alegó una relación de “amistad” histórica con Corea del Norte, situación que lo convierte en un actor clave cuando la opción negociadora gana terreno, como ahora.

Por su parte, Putin también tendría motivos para estar satisfecho: Rusia siempre apostó por “desescalar” el conflicto entre Estados Unidos y Corea del Norte. Por eso mantuvo una estudiada cautela en este conflicto. Raro en él, que suele involucrase de otra manera en los asuntos internacionales. Los ucranianos y los sirios lo saben muy bien.

La Unión Europea siempre se siente más cómoda en medio de la negociación y el diálogo que en un contexto de guerra y destrucción. Su penoso papel en la crisis en Medio Oriente así lo demuestra. Además tiene varios problemas internos que resolver antes de mostrarse como un actor con peso en una disputa lejana.

En el conflicto en la península de Corea, que mantiene en vilo al mundo, parece que la distensión y la negociación les caen bien a todos los países con intereses en la zona. No es poca cosa en un mundo cada vez más tumultuoso e incierto.

 

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