Del 30 al 60% de las mujeres latinoamericanas han sido objeto de violencia doméstica. Las cifras reales son mayores, dado que muchas no la denuncian.
Un reciente informe del organismo internacional Cohre analizó por qué no abandonan su hogar escapando de sus abusadores. Y encontró que simplemente no tienen donde ir ante la pronunciada escasez de lugares de protección públicos para ellas. Este déficit inaceptable refleja en general la necesidad de una reacción pública y social mucho más activa frente a un drama que crece en la región.
Según el reconocido Instituto Sangari de Brasil, en ese país cada dos horas es asesinada una mujer por esposos, novios, ex u hombres que rechazó. Entre 1997 y 2007 fueron asesinadas un total de 41.523 mujeres.
En Colombia, entre 2004-2008 fueron asesinadas 6603 mujeres y 206.735 sufrieron algún acto de violencia doméstica.
Los ejemplos se multiplican en toda la región. De hecho, la Corte Interamericana de Derechos Humanos condenó al Estado mexicano por no prevenir, investigar ni erradicar la violencia contra las mujeres en Ciudad Juárez, y le exigió levantar un monumento en su memoria.
El caso de Perú demuestra que la casa no es garantía: 56,3% de las 135 mujeres asesinadas en 2009 fueron atacadas en su propia casa. El 12,8% de ellas había presentado incluso una denuncia previa por violencia familiar contra su victimario que no cambió su suerte.
En Guatemala fueron asesinadas 2800 mujeres desde 2001. En la Argentina, según la Casa del Encuentro, hubo 208 crímenes de este tipo en 2008, y 231 en 2009.
Tras estos crímenes funciona un machismo primitivo que ve a la mujer como una posesión personal del hombre, que no puede rebelarse. Si lo hace estaría afectando el honor viril de los victimarios. La activa presencia de estereotipos machistas en la sociedad y en cuerpos policiales y judiciales lo fortalecen. Aparece con frecuencia en estos últimos estadios el argumento de que el atacante "actuó en estado pasional" o no era responsable porque estaba ebrio, como si eso pudiera significar atenuante alguno.
Hay nuevas leyes, pero falta mucho. El tema no es un problema de las mujeres. La subsistencia del machismo y la vulneración de sus derechos básicos degradan la calidad de la sociedad. Enfrentarlos y superarlos es una causa colectiva que no admite más demoras ni excusas.
* El autor escribió el libro Inseguridad ciudadana . ¿Cómo mejorarla?