¡Atención! ¡Apunten! ¿A quién?

Posteado el Jue, 18/02/2010 - 07:42
Autor
Alberto Mazor
Fuente
semana.co.il - 18/02/2010

 
El régimen iraní acaba de celebrar el 31° aniversario de la revolución islámica. El presidente Mahmoud Ahmadinejad hizo alarde de la fortaleza de su gobierno y de su decisión de continuar con los avances nucleares en desafío a la comunidad internacional.
 
Y uno pregunta: ¿Qué es peor, tener armas nucleares o intimidar con tenerlas? La idea de que un país no entraña peligro mientras no fabrique armamentos es falsa. En el caso de Irán conviene preocuparse.
 
No debería sorprender que Ahmadinejad aproveche la conmemoración para anunciar su nuevo Estado nuclear. Se trata de otra maniobra política. Que el mandatario iraní puede enriquecer uranio lo sabemos desde hace tiempo, la cuestión es entender a quién dirige esa amenaza.
 
Aunque de momento no tengan alcance, los misiles verbales de Ahmadinejad apuntan a Israel y a Occidente. Pero la verdadera razón no es tanto fabricar la bomba como seguir provocando para que entre nosotros aumente la sensación de inseguridad y la impaciencia, mientras al régimen le crece la resistencia interna.
 
En un país donde casi la mitad de la población es menor de 30 años, cada vez hay menos herederos de la revolución que llevó al poder a Jomeini. Entonces, el ayatolá tuvo el apoyo masivo de la población; hoy una de sus nietas está en prisión por exigir apertura y transparencia.
 
Con el objeto de eliminar cualquier forma de disidencia o crítica, el gobierno de Teherán interrumpió servicios de Internet y de mensajes de texto, confiscó satélites televisivos y canceló Gmail, Facebook y Twitter.
 
Pero Irán dejó de ser una sociedad uniforme y sin fisuras. El régimen actual ya sólo se sostiene mediante la tortura sistemática, la prisión a periodistas y opositores y el recurso a ejecuciones por el hecho de manifestarse.
 
El verdadero enemigo está dentro y a él va dirigida la provocación nuclear. Por eso, a la hora en que se deciden fuertes sanciones se deben escoger aquellas donde el castigo afecte más que nada a los dirigentes, y no a la población perseguida.
 
El bloqueo y acceso a cuentas de bancos en el extranjero funciona; otras reacciones más radicales, de las que la política internacional se ha nutrido en exceso en esta zona del mundo, no son el mejor camino y podrían convertir en blanco del proyecto nuclear a los que hoy protestan en las calles poniendo en juego sus vidas.
 
Eso sería un grave error porque ellos son la verdadera esperanza de provocar la caída de ese régimen despótico y tirano, la única manera de reducir la amenaza nuclear.
 
 

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