En respuesta a la nota de Daniel Groisman (leer aquí), hemos recibido la opinión de la Dra. Mirta Goldstein, que publicamos a continuación.
Gracias a la información que recibimos por Internet de los medios y boletines institucionales comunitarios, fenómeno que ha crecido en los últimos tiempos, a una expectante población judeoargentina nos es posible debatir con nuestros representantes.
Este fenómeno de debate público es índice de incertidumbre, de preocupación y hasta de inquietud, y, a la vez, es índice de un aumento en el deseo de participación de muchos sectores hasta hoy silenciosos.
Lo que quiero rescatar es que me interesa principalmente la conversación pública porque de alguna manera algunos grupos judíos estamos cansados de escuchar siempre a las mismas voces mediáticas o a representantes paternalistas que nos dicen “la verdad” sobre nuestra vida judía.
Hoy estamos frente a las palabras de un rabino -y entendamos que la palabra de un rabino no es ley para el judaísmo en tanto La Palabra como Ley la hallamos en la Torá-, cuyo discurso no puede calificarse ni de verdadero ni de falso en tanto combina verdades y opiniones.
Si tomamos por verdad que “lo judío” es una forma de vida, los judíos y cada uno de ellos adoptan “una” forma de vida, lo cual no se contradice con la Torá; en lo que todos tenemos que negociar -y hacerlo entre todos- es sobre la vida publica judía, vida pública en la cual los seculares y laicos respetan el kashrut o el Shabat de los restantes, por ejemplo.
El cumplimiento de la Halajá, cuya forma de vida eminentemente judía ha sido influenciada por el contexto diaspórico por el cual los judíos transitaron, de ahí lo que algunos sectores ortodoxos consideran vestimenta apropiada, por ejemplo, no es -para muchos otros judíos- una cuestión cerrada hace tres siglos. Por el contrario, el intercambio permanente entre judeidad, Israel y diáspora ha flexibilizado algunas facetas en el cumplimiento de las mitzvot.
No cambian las Mitzvot, sino la lectura interpretativa de su letra, por otra parte convenida y consensuada hace diez siglos aproximadamente.
Con esto quiero hacer notar el trabajo de nuestros Rabinos Sabios, los cuales produjeron un sin fin de textos, justamente para consensuar y al mismo tiempo dejar espacio para nuevas y futuras interpretaciones.
En lugar de la “forma de vida judía” preferiría que algún rabino se manifestara respecto de “la valoración judía del consenso y el convenio”, conceptos que pueden dar otras respuestas estimulantes al contrato de fe que proponen otras religiones.
En segundo lugar me gustaría referirme al concepto de “holocausto” cuyo significado de “sacrificio” puede dar lugar a muchas interpretaciones, lo cual es beneficioso, pero también a muchos errores.
El sacrificio al que nos sometieron los nazis es objetivo, ellos nos sacrificaron. El holocausto espiritual al que se refiere el rabino Groisman, supone un autosacrificio, o sea, un sacrificio subjetivo. Esta confusión deja de ser judía pues supondría un autoflagelamiento y hasta un suicidio colectivo. Homologar casamiento mixto y asimilación con autosacrificio puede causar mucho daño a aquellos judíos que aún a hijos nacidos de vientres no judíos, les hablan con amor de judío, y, por qué no, con canciones y rikudim de nuestro aservo cultural.
El aservo judío es parte de la cultura y de los idiomas y lenguas extranjeras al hebreo de la Torá y al hebreo actual. Resulta imposible pensar a un norteamericano hablar un inglés sin vocablos judíos. Y aún si todos los judíos fuesen borrados de la historia, sus restos quedarían grabados en las lenguas que hablan los pueblos.
Estar dentro de la Historia, es hablar los idiomas de la historia y no sólo el nuestro, por este motivo los hijos de la asimilación podrán encontrar las huellas del retorno en las lenguas y cantos que hablan sus padres, si el amor los conduce por el camino de la curiosidad, el interés, la necesidad de raíces. Rechazar su retorno u obligarlos a que transiten una única senda estaría del lado de una reivindicación no-judía. No olvidemos que nos guía la ley del retorno: a las Mitzvot y a Israel, y que ese retorno estará signado por la espiritualidad y por la materialidad, en tanto la experiencia del hombre en la tierra las combina inexorablemente.